
Doris Gibson de Parra:
Aguerrida, bella, huraña, optimista y perseverante parecen ser los mejores adjetivos para hablar de la ferviente defensora de la libertad de prensa en el Perú.
Aguerrida, bella, huraña, optimista y perseverante parecen ser los mejores adjetivos para hablar de la ferviente defensora de la libertad de prensa en el Perú.
Defensora, a capa y espada de la libertad de Prensa, no permitió que nadie la intimidara. En 1968, cuando el inspector Prado de la PIP entró violentamente en la redacción y a patadas abrió la puerta, con la consigna de clausurar la revista, Doris Gibson, que estaba dentro, le dijo, con furia characata: “¿No le da vergüenza, a su edad, dar puntapiés a la puerta?, hágame el favor de salir y tocar el timbre si quiere entrar”.
Gibson no aceptaba un no por respuesta. Es así que no dudó en presentarse, en el despacho del Gral EP Juan Velasco Alvarado, para exigirle que levantara la orden de captura en contra de su hijo Enrique. El Chino prometió hacerlo, pero ella amenazó con no irse has
ta escucharlo por radio. Después de unos minutos, el comunicado era transmitido, mientras que ambos se tomaban una botella de licor.Siempre se preocupó por lo que sucedía en su país.

Su logro es :

En la actualidad:
Doris Gibson Parra. Inteligente. Apasionada. Elegante. Irónica. Mujer bella, comentada, codiciada y prohibida por la sociedad limeña de mediados del siglo que pasó, tiene 94 años. Hace seis que vive bajo los atentos cuidados de su hermana Charo en su departamento de Miraflores. Ya no se mueve de la cama ni visita la redacción de Caretas, revista que fundó hace más de 50 años. Los años se empecinan en arrebatarle lucidez, pero los recuerdos la retienen. Luis Alberto Sánchez ya había escrito de su perfecta figura y Sérvulo Gutiérrez la retrató desnuda más de una vez. Lo mejor y lo peor del Perú del siglo veinte acolchan su almohada, la arropan y duermen con ella. Arequipeña por adopción y periodista por instinto, Doris apela a la terquedad para no dejar ir su invaluable memoria.. No le gusta la sentencia de abuelita querendona.
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